La gestión de las finanzas durante la jubilación

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Menos en comida, más en ocio

A pesar de la preocupación por el nivel de ahorro para la jubilación, Eric Hurst, profesor de Economía de Graduate School of Business de la Universidad de Chicago, sostenía que la mayor parte –tal vez la mayoría-, de los trabajadores de Estados Unidos parece estar ahorrando lo suficiente para garantizarse una jubilación tranquila. Hurst afirmaba que el descenso del consumo tras la jubilación no prueba que los jubilados no hayan ahorrado lo suficiente. En su opinión, la mayor parte de la caída en el consumo se concentra en categorías relacionadas con el trabajo, como por ejemplo el transporte, la ropa y las comidas fuera de casa. Utilizando diarios que registran los gastos en comida y nutrientes ingeridos, Hurst llegaba a la conclusión de que los jubilados dedicaban más tiempo que cuando trabajaban a cocinar en sus casas con menores costes. Asimismo, el gasto en ocio aumentaba durante la jubilación. “Comen menos fuera, pero siguen jugando al golf tanto como antes”.
Hurst reconocía que a pesar de sus conclusiones, podría haber una parte significativa de jubilados que no hubiesen ahorrado lo suficiente para garantizarse una jubilación satisfactoria. En lo que respecta al gasto en alimentación, aquellos pertenecientes al 25% de trabajadores con menor nivel de riqueza antes de la jubilación registraban descensos superiores al 30%, mientras que aquellos con mayor nivel adquisitivo previo experimentaban caídas entre el 9 y el 14%.
Aquellos que abandonan el mercado de trabajo de forma inesperada, tal vez debido a problemas de salud, también podrían experimentar caídas más bruscas en el consumo más allá de lo que pueda atribuirse al fin de sus vidas laborales, añadía Hurst. “La planificación del hogar promedio es buena. Pero existe una parte –tal vez más del 25%- que no planifica bien y esas personas experimentarán caídas significativas, tal vez como consecuencia de un contratiempo en su salud. Deberíamos preocuparnos por averiguar cuáles son esos hogares y su situación”.
Para muchos jubilados, sus hogares constituyen es la mayor riqueza neta con la que cuentan, y dado el extraordinario incremento en los precios de la vivienda, la cuestión es cómo pueden los jubilados emplear dichos activos para financiarse su retiro.
El valor de la vivienda aumentó aproximadamente un 40% entre 2000 y 2005. Según los profesores de Wharton Todd Sinai y Nicholas Souleles, los activos inmobiliarios normalmente suponen más del 60% de la riqueza neta de los individuos. En el artículo “Riqueza neta y activos inmobiliarios en la jubilación” ("Net Worth and Housing Equity in Retirement) Sinay y Souleles examinaron qué parte de activos inmobiliarios podría estar disponible para el consumo durante la jubilación.
Independientemente de cuánto se haya revalorizado su casa, señalaba Sinai, los jubilados deben seguir pagando algo para vivienda después de dejar de trabajar, aunque vendan la casa y trasladen a dinero dicha revalorización.
Para estimar qué parte de dichos activos inmobiliarios podría estar disponible para consumo no relacionado con la vivienda durante la jubilación, Sinai y Souleles construyeron dos modelos. Utilizando los programas de hipotecas inversas antes de comisiones, concluyeron que el jubilado promedio de 90 años podía gastar hasta el 75% de sus activos inmobiliarios, mientras que un jubilado de 65 años podía consumir el 50%. Según otro modelo basado en una hipoteca inversa ideal que ofreciese la máxima liquidez, las diferencias serían más amplias. A los 90 años la proporción de activo inmobiliario disponible para consumo aumentaba hasta el 84%, esto es 94.000 dólares, mientras el jubilado de 65 años sólo podía gastar el 34% de su capital inmobiliario, esto es 36.000 dólares. El artículo señala que el 15% de estos hogares no dispondría de activos inmobiliarios.
“Hemos experimentado un significativo incremento en el valor de la vivienda, lo cual provoca un aumento en la riqueza neta, pero no todo el incremento puede dedicarse a consumo”, concluía Sinai. “Debemos tener esto en cuenta: la parte que es consumible no ha cambiado, aunque se han producido cambios en la cantidad de la que pueden disponer los jubilados porque los precios de la vivienda han aumentado”.

Viviendo hasta los 110

Una parte importante de las investigaciones presentadas durante la conferencia trataban sobre cómo evitar que los activos de los jubilados duren menos que sus vidas. Mitchell señalaba que los planes de pensiones basados en la acumulación llevan existiendo desde hace mucho tiempo, pero que se ha prestado muy poca atención a las prestaciones anuales, a los contratos financieros que garantizan unos ingresos estables a lo largo de toda la vida del cliente.
“Ahora que la generación del baby boom se empieza a dar cuenta de que la jubilación ya no es un sueño, sino un hecho cercano, la cuestión es cómo la gente conseguirá que sus activos duren más que sus vidas”, decía. “Para ello, las anualidades actualizadas de acuerdo con la inflación y recibidas durante el resto del periodo vital deberían tener un lugar destacado en sus carteras. El reto es conseguir que en primer lugar comprendan cuánto podrían vivir jubilados, y en segundo lugar, cómo protegerse en caso de que vivan demasiado. Sólo así se conseguirá que la generación del baby boom se tome en serio el tema del riesgo de longevidad. Personalmente tengo pensado (y por tanto cubierto!) vivir hasta los 110 años”.
En el artículo “¿Quién valora las prestaciones de la Seguridad Social? Nuevas evidencias a partir del estudio sobre la salud y la jubilación” (“Who Values the Annuity from Social Security? New Evidence from the Health and Retirement Study"), Mitchell y Jeffrey R. Brown, profesor de Finanzas, y Marcus Casey, doctorando en Economía, ambos de la Universidad de Illinois en Urbana-Chanpaign, abordaban el tema del llamado “enigma de las pensiones”.
Brown señalaba la “desconexión” entre el valor de las anualidades de por vida y la falta de interés en adquirir este tipo de pensiones. Esta desconexión será cada vez mayor a medida que disminuyen los planes de jubilación con prestaciones establecidas que garantizan ingresos de por vida y no son sustituidas en el mercado de anualidades voluntarias, explicaba. “La gente debería considerar que las prestaciones son valiosas”. Aparte de las prestaciones “de la Seguridad Social, muy poca gente utiliza las prestaciones para la jubilación”.
Brown señalaba varias explicaciones para justificar la baja contratación de los actuales productos para la jubilación, incluyendo:
  • Percepción entre la gente de precios muy altos
  • Deseo de transmitir ahorros a tus descendientes
  • Necesidad de liquidez por parte de los consumidores para hacer frente a gastos médicos inesperados
  • Tendencia entre los jubilados de evitar pensar en la muerte
  • Confianza en las prestaciones de la Seguridad Social
  • Falta de protección contra la inflación en la mayoría de los productos existentes
“Pero el misterio continúa”, decía Brown. “Al final, esta investigación sigue sin explicar por qué los jubilados tardan tanto en contratar prestaciones anuales”.
Los autores analizaron a los encuestados en el 2004 Health and Retirement Study, y pidieron a 1.000 personas entre 50 y 64 años que se imaginasen que tenían 65 años y recibían 1.000 dólares al mes en concepto de pensión de la Seguridad Social. ¿Estarían dispuestos a reducir dicha prestación hasta los 500 dólares al mes a cambio de recibir un único pago de 87.000 dólares? A los autores les sorprendió que casi el 60% de los encuestados prefiriese el pago único en lugar de una mayor corriente de ingresos de por vida por parte de la Seguridad Social. Los encuestados mostraban cierta sensibilidad ante los precios: los consumidores adversos al riesgo valoraban los pagos anuales de por vida actualizados por la inflación entre un 20 y 50% más que su valor actuarial. No obstante, un incremento en los precios del 25% era suficiente para que un 11% cambiase de opinión y prefiriese el pago único. Este estudio se llevó a cabo antes del debate de 2005 sobre la sostenibilidad del programa de la Seguridad Social; así pues, no se preguntó a los encuestados si estaban anticipando una reducción de las prestaciones futuras.
Campo de batalla en el mercado
Según Mitchell a menudo el mercado de los pagos para la jubilación parece ser un campo de batalla, donde algunos nacidos durante el baby boom han recibido el consejo de aceptar todos los pagos en forma de pensiones y otros de evitar completamente las anualidades. “Nuestras investigaciones y las de otros estudiosos sugieren que hay posibilidades de compromiso, lo cual beneficiará a los consumidores”.
Algunos de los productos que podrían jugar ese papel son las anualidades a plazos o estructuradas, en las que se paga más en caso de discapacidad o necesidad de cuidados especiales, los productos ajustados por la inflación, y las anualidades variables donde los inversores tienen acceso a su capital incluso durante la jubilación. Los planes de disponibilidad gradual también pueden beneficiarse de protección contra la inflación si adoptan la forma de Bonos indexados a la inflación (Treasury Inflation-Protected Securities ó TIPS), decía Mitchell.
Un nuevo enfoque para gestionar los riesgos financieros asociados a la jubilación podría ser el sistema lockbox propuesto por William F. Sharpe, cofundador de Financial Engines y profesor emérito de Graduate School of Business de la Universidad de Standford, galardonado con el Premio Nobel en Economía por su trabajo en el desarrollo de modelos para ayudar a tomar decisiones de inversión. Sharpe presentó un artículo titulado “Estrategias financieras de jubilación eficientes” ("Efficient Retirement Financial Strategies"), del que también son coautores Jasón S. Scott, director del grupo de investigación y desarrollo de Financial Engines, y John G. Watson, miembro de Financial Engines, una firma de consultoría especializada en jubilaciones.
Sharp cuestionó las normas aceptadas de ahorro y consumo para la jubilación empleadas por los planificadores financieros, como “la norma del 4%”, que sugiere que los jubilados deben consumir un capital social equivalente al 4% de su riqueza inicial siempre y cuando entre el 50 y el 75% de sus carteras esté formada por acciones. “Empezamos a evaluar algunas de estas normas preestablecidas a través de los ojos de un economista financiero, y si soy sincero, no nos gustó lo que vimos”, decía Sharpe.
El problema con las estrategias tradicionales para garantizar ingresos durante la jubilación es que están divididas en dos partes: una estrategia de inversión y una política de consumo, sostenía. “Deben estar interrelacionadas e integradas. Y como no es así, los resultados que se obtienen no son tan buenos como los clientes se merecen”.
El equipo de investigación de Sharpe propone una estrategia lockbox en la que determinado porcentaje de la riqueza inicial se asigna a cuentas virtuales o lockboxes. El dinero de cada lockbox se invierte de forma independiente, y cada año el jubilado gasta sólo la cuantía que haya en el lockbox designado para ese año. “Lo relevante es que cada lockbox tiene una estrategia que es eficiente en comparación con su año de madurez. Por tanto, todo el sistema es eficiente”.
Sharpe afirmaba que el concepto lockbox también protege frente a los problemas relacionados con la edad y el ahorro-consumo durante la jubilación. “El lockbox maximiza la utilidad esperada dada mi edad actual en relación a dentro de 20 años o cuando esté muerto. No quiero esperar hasta llegar a esa edad porque estaré babeando y no sabré siquiera qué es la utilidad. Me permite pensar ahora sobre el yo futuro y tomar decisiones para cuando sea senil y viejo”.
Mitchell señalaba cierta nota de optimismo en relación con el desarrollo de productos futuros que serán útiles para gestionar riesgos durante la jubilación. “Las investigaciones sobre gestión de riesgos ya han conseguido que los fondos de inversión y las aseguradoras cooperen en el ámbito de las jubilaciones para satisfacer mejor los intereses de los jubilados, tanto en acceso al mercado de capitales como en ofrecer garantía mínimas”, sostenía Mitchell. “Los productos con pagos a plazos, como por ejemplo los ingresos garantizados a partir de determinada edad, como 75 u 85 años, posiblemente cobren en el futuro mayor interés”.
Mitchell señalaba que en Alemania y Reino Unido las anualidades a plazos son obligatorias por imperativo legal con el fin de proteger a la gente en caso de que se les acabe el dinero demasiado pronto.
En sus conclusiones finales durante la conferencia, Mitchell animaba a los investigadores a prestar atención a esta área de conocimiento y les decía: “Al final el tema no es hacer uno-o-dos. No se trata únicamente de las anualidades o la inversión. Existe un montón de innovaciones financieras mucho más complejas para el tema de la jubilación que debemos contribuir a introducir en el mercado global”.

fuente: http://www.wharton.universia.net

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